domingo, 6 de julio de 2014

UN BOSQUE MÁGICO (||)

Y ahí estaba yo, delante de la boca del túnel. No sabía que hacer. ¿Y si no había salida?
Muchas preguntas acudieron a mi mente, pero solo una quedó grabada: ¿Que habrá al final?
Intenté ser sensata, pero las ganas y la curiosidad me hicieron ser imparcial. Antes de cometer el error de adentrarme en un túnel a oscuras, me hice una antorcha (con la que tardé más de cuarenta minutos en hacer aparecer la primera llama).
Así que sin pensármelo más, agarré mi cesta con fuerza y me adentré en él.
Ya estaba dentro. El sonido de miles de ramas crujiendo me hizo girarme a mirar por donde había venido. Esperaba ver el claro azul del cielo. Pero lo único que me dio tiempo a ver fue todas las ramas de los árboles moviéndose como serpientes uniéndose y entrelazándose y así formando una pared que me separaba del resto del mundo.
Entonces tuve tanto miedo que cuando me giré y empezé a caminar lentamente, sentí mis huesos atrofiados y las articulaciones oxidadas, como si llevase años sin moverme.
De pronto, un cántico de una voz femenina me sorprendió. Era una voz suave y dulce, como un susurro. No entendía lo que decía, hablaba en un extraño idioma inintelegible. Y sin que yo me lo esperase, una ráfaga de viento apagó mi antorcha. Me quedé paralizada. La voz aquella seguía cantando. Al ver que ya no me servía, tiré la antorcha al suelo. Continué caminando a tientas un par de minutos más, minutos que se me hicieron eternos.
Entonces, la voz se detuvo y dejó de cantar de golpe. Tras unos segundos, pude ver un punto de luz en la lejanía. Poco después eché a correr hacia él.
Me di cuenta de que el túnel se hacía cada vez más pequeño y tenía que avanzar más agachada. Estaba agotada y quería parar. Miré las ojas del suelo. Eran de color marrón y estaban secas. ¿Cómo era posible? Cuando entré en el túnel era pleno Agosto. Y ahora las ojas tenían el aspecto de ser de Octubre más o menos. La primera pregunta que me vino a la mente fue: ¿Cuánto tiempo llevo aquí dentro?
No es que me imaginase ser como Alicia de Alicia en el País de Las Maravillas, pero pensé que al otro lado del túnel tenía que haber algo mágico. Porque mi instinto de niña pequeña que cree en todo tipo de historias y leyendas me dijo que algo aguardaba, con paciencia, mi llegada.
Ya casi no cabía de pie y me puse a avanzar "como un perrito" como decía mi madre, pero, al cabo de un rato, las rodillas y las manos me escocían del roce contra las ojas secas del suelo y la tierra que había debajo.
Estaba cansada, me dolían las rodillas y solo veía un punto de luz. Me planteé volver atrás.
Pero luego recapacité. Si volvía todo el esfuerzo habría sido en vano. Y tendría que pasar por lo mismo otra vez.
Así que saqué fuerzas de donde no las tenía y empezé a reptar de nuevo.
No sé cuanto pasó hasta que pude volver a ponerme en pie. Pero ahora ya cabía sin necesidad de arrastrarme y eso era buena señal.
Además la salida ya estaba mucho más cerca ahora.

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