martes, 25 de marzo de 2014

UNA GRUTA MÁGICA

Yo tendría unos veinte años en aquella época. Al morir mis padres en aquel asalto, donde solo yo fui superviviente, tuve que mudarme a la casa de mi hermano mayor, Roger y su esposa, Mariam, quienes esperaban un bebé.
Aquel día, me levanté, como de costumbre, antes del amanecer, me puse las botas de piel y el abrigo de la lana que Roger y yo esquilamos la semana anterior. Salí de la casa, tan pequeña y camuflada entre los árboles como siempre, cogí las llaves del establo y me dirigí hacia él acompañado por Luco, Sami y Doris, los tres perros pastores de Roger, pero al no tener tanto tiempo para ellos, me acompañaban a mi cuando salía a cazar o a pastar las ovejas.
Doris era una perra muy alegre y siempre estaba contenta; era de color vainilla, un sabor que echaba mucho de menos. Mi madre siempre compraba perfume de ese. Ese en el que apenas había dos gotitas y había que guardarlo para perfumarse en las ocasiones más importantes. Sami era un perro de caza, corría muy rápido y saltaba muy alto, era de tamaño medio y le gustaba bañarse en el rio. Luco, en cambio, era un perro pequeño, peludo y blanco.
Llegué al establo y saqué a todas las ovejas. Sami y yo las condujimos según la ruta de siempre: seguir el rio hasta la parte menos profunda, cruzamos y volvemos por el otro lado.
 Aquella vez, había algo raro en el ambiente: las ovejas estaban nerviosas, no comían tranquilas y los perros no paraban de ladrar a la nada. Yo estaba cada vez más nervioso. Los intentaba calmar acariciándolos en el lomo y en la cabeza y les decía cosas bonitas, intentando que no se me notase demasiado la inquietud.
Seguíamos el rio sin para ni un momento como solíamos hacer. De pronto, todos los animales se pararon de golpe. se giraron hacia un gran árbol. La verdad es que yo no recordaba haberlo visto nunca allí. El tronco era realmente grande y grueso y las raíces salían de debajo de la tierra y se enredaban entre ellas. En seguida me acerqué a él para descubrir qu era mucho más grande de lo que parecía desde allí. Estaba seguro de que ni cien personas podrían rodearlo.  Me subí a una gran raíz y entre esa y otra, descubrí un agujero. Estaba seguro de que lo que asustaba tanto a mis animales provenía de allí. De manera que salté y me adentré en aquel enorme árbol.