Tropezó y cayó sobre la tierra y la hierba. Se incorporó y se miró las heridas. Tenía un par de rasguños en las rodillas. No era nada, y lo sabía, pero se sintió tan mal que empezó a llorar.
Se levantó a duras penas y se acercó al vacío.
Se sentó en el suelo dejando colgar las piernas al vacío.
Soltó su pelo moreno que antes llevaba recogido. Ahora bailaba con el viento.
Pensó que a ella le gustaría ser como el pelo; poder bailar al ritmo del mundo, poder formar parte de él. Pero ella hacía lo contrario: seguía anclada al pasado y huía de todo tipo de cambios.
Y ahora él. Tenía que aparecer en su vida cuando menos falta le hacía. Siempre había pensado que necesitaba amigos. Pero ahora que ya se estaba acostumbrando a estar sola... Aparece él.
-No lo soporto - pensó - Ojalá no lo hubiese conocido nunca; así nunca tendría que tomar esta decisión.
Era complicado... o vivir con él para siempre o matarlo. Pensaba en ello desde que lo conoció. Siempre supo que debería haberse desecho de él nada más verlo. Pero, por alguna extraña razón no lo hizo.
Ya anochecía y era hora de cenar. No le hacía mucha ilusión tener que encontrarse con él pero no podría soportar la culpa de haberlo dejado solo la primera noche en las Islas Flotantes. Volvió por donde había venido muy lentamente. No quiso montar sobre ningún dragón porque la mayoría ya estaban dormidos, y despertarlos de su profundo sueño no los pondría de muy buen humor.
Cuando llegó al claro donde, antes, se había marchado, él estaba sentado en el suelo, justo donde lo había dejado horas antes.
- ¡Oh! Ya has vuelto... - le reprochó, pero sin mirarle a la cara - Llegué a pensar que te habías marchado y me habías dejado en estas islas del demonio... - dijo levantandose de un salto.
-Me voy a la cama, no tengo ganas de discutir - dijo, tajante, pasando por delante de él sin mirarle ni un momento.
-¿Y yo dónde duermo?
-Búscate la vida - le contestó muy enfadada - Mira, de momento, eres mi rehén. ¿Has visto alguna vez que alguien le ofrezca una buena cena a su prisionero? O una cama cómoda y suave? - dijo girándose hacia él -No, pues yo no voy a ser diferente.
Se giró y se metió en una cueva iluminada por antorchas. Supuso que era su guarida.
Tras unos minutos, una voz le sorprendió:
-Por cierto... He tomado una decisión: No te mataré. Te quedarás aquí conmigo y aprenderás todo lo que yo sé. Mañana empezarás tu aprendizaje. Procura descansar.
Y se fue, dejándolo solo en la oscuridad otra vez.
Sonrió para sí. Eran las primeras palabras bonitas que le dedicaba desde que la conoció.
Y sabía que no serían las últimas.
martes, 20 de mayo de 2014
PALABRAS BONITAS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
quiero mas quiero mas jajaja
ResponderEliminarCoincido con Nerea. Aunque es un alivio saber que no se lo carga...
ResponderEliminarNo me extraña que más tarde se marche, cuando ya haya aprendido todo y además desagradecido.
ResponderEliminar