viernes, 9 de mayo de 2014

CONEXIÓN

Se había quedado dormido mientras jugaba con algunas de las crías de dragón. Se despertó dos horas después y no sabía dónde estaba Wean. Se acordó de que se había ido a darse un baño. No la quiso molestar. Llamó a su dragona favorita, Sally, y lo llevó hasta una de Las Islas Flotantes que no había estado nunca. No era muy grande, pero tenía un espeso bosque. Se adentró en él.
Tras unas horas de caminar sin rumbo exacto, encontró una cascada que caía hasta un pequeño lago.
En la orilla había una toalla. Un poco más allá estaba... ¿Wean? Si. Era ella, sin duda.
Quiso hacerle una pequeña broma.
Se escondió en la espesura mientras ella se quedaba con una fina camiseta y un pantalón muy corto.
Él tambíen se quedó en ropa interior. Esperó hasta que ella se metió poco a poco en el agua. Entonces, cuando metió la cabeza y empezó a desplazarse bajo el agua, él se metió rapidamente para ponerse justo delante de ella. Al salir a respirar vio delante de ella a Avan con su típico gesto burlón. Ella se quedó sin habla. Abrió mucho los ojos y la boca.
Le alegraba que estuviese allí, pero también quería un momento para ella. Se sentía confusa, no podía controlar sus propios sentimientos.
-¿Qué haces aquí?- preguntó casi gritando.
El puso un dedo sobre sus labios.
- Shhh... No grites.
Ella calló al instante.
Entonces se miraron a los ojos y vieron, el uno en el otro, lo mucho que se querían.
Y, antes de que Avan se diese cuenta, de la boca de Wean salió una fuente de agua que salió disparada hacia su cara. Ella empezó a reirse y nadó bien lejos de él.
-¿A que no me coges?- le preguntó en tono burlón.
-¿Qué te hace pensar que no?- dijo sonriente.
Y se impulsó hacia ella, para atraparla.
Se pasaron el resto de la tarde salpicándose, persiguiéndose, abrazándose, haciéndose cosquillas el uno al otro, nadando juntos,...
Tras perseguirse por todo el lago, Avan la acorraló entre la orilla y él mismo. Pero ella no se daba por vencida. Salió del agua y se dejó coger por él cuándo iba tras ella.
Tropezaron el uno con el otro y acabaron tumbados entre las flores.
Estaba atardeciendo y el cielo estaba repleto de dragones que volvían con sus crías para protegerla de la oscura noche que se avecinaba.
Todavía riendo, ella dijo con cariño:
-No me arrepiento de no haberte matado en el momento en que te vi.
Hubo un breve silencio.
-Y yo no me arrepiento de no haber salido corriendo- le contestó por fin.
Se miraron con dulzura. No podían seguir diciendo que no a sus propios sentimientos.
Estaba muy claro lo que iba a pasar, pero ninguno de los dos quiso pararlo.
Poco después, se estaban besando.
Y entonces se liberaron. Liberaron sus sentimientos y pensamientos. Ella puso una mano en su nuca y la otra en la espalda. Él la cogió por la cintura y la abrazó fuerte pero con cuidado.
Al volver a casa, estaban más unidos que nunca. Ellos no lo sabían, pero, de un modo u otro, lo sentían. Sentían la conexión que ese beso había creado entre ellos.

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