El fuego les perseguía a gran velocidad. Estaban acorralados.
-¡Anne! ¡Tenemos que irnos!- gritó tras caer cerca de ellos un árbol envuelto en llamas.
-¿Por dónde?- le contestó.
-¡Tu dragón!- se le acurrió.
-¡No, es demasiado peligroso!
-¿Y que prefieres? ¿Morir aquí?- se exasperó él.
Entonces sin pensarlo ni un momento, silvó de una extraña manera. Sonaba como un chillido pero muy agudo. No acurrió nada. Volvió a repetirlo. Nada.
El humo les impedia respirar, no veian nada por la arboleda y Anne se excitaba más a cada segundo que pasaba sin ver a el que podría ser su salvador.
Ya había perdido toda esperanza de que apareciese. Siguieron un sendero que les llevaría a la cima de una de las montañas ardientes. Cuando subieron arriba del todo, el humo se había aclarado y ya se podía ver mejor. Las vistas no habían mejorado mucho, una gran sierra llena de animales y seres mágicos siendo engullidos por el fuego.
Estaban sucios y las ropas las llevaban hechas jirones. Sin darse cuenta había empezado a llorar. Llorar por la desesperación de no poder hacer nada para salvar ese bosque, por no saber dónde podría estar Doppelgänger, por no poder salvar a su amigo, ni poder salvarse a sí misma. Intentó de nuevo dar con su dragón. Una, dos, tres veces.¿Dónde podía estar?
De pronto, una sombra alada entró en la poca visión que tenía. Doppelgänger. Era él. Lo supo por sus doradas alas y un chillido de felicidad, lo cual desvelaba que llevaba un rato buscándolos.
martes, 25 de febrero de 2014
MONTAÑAS EN LLAMAS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Está muy bien porque has unido todos los fragmentos y va viendose la posibilidad de novela.
ResponderEliminarSigue por aquí. Es tu camino...
ResponderEliminar