Hace cinco años el príncipe Ben fue en busca de un nuevo caballo que comprar. Era un joven muy apuesto, de pelo negro como el carbón y unos ojos verdes grandes y profundos. Era alto, delgado y fuerte y tenia la piel blanca y suave. Decidió entrar a preguntar a una panadería de por allí cerca.
- Hola, buenos días. Me gustaría saber donde hay un establo por aquí cerca… ¿Hola?- volvió a preguntar al ver que no había nadie.
-Oh! Disculpe, ya estoy aquí, ¿que desea?- Salió una mujer de la trastienda. Tenía que haber sido muy guapa en tiempos mejores, tenía cara cansada, caminaba fatigada y había bolsas bajo sus ojos. Era de pelo castaño recogido en un improvisado moño del que le caían dos greñas que le encuadraban el pálido rostro. Iba con un delantal manchado y unos zapatos de medio tacón desgastados.
Se quedó unos instantes mirándola.
-Hemm… Si, quería saber donde está el establo mas cercano desde aquí.- dijo con un poco de desespero.
-Bueno, si no te importa que te acompañe mi hija, ella se sabe muy bien el camino, ya que trabaja allí todas las mañanas…
-La verdad, me da igual, verá, tengo prisa y…
-¿Quien habla de mi?- le interrumpió una vocecita desde la trastienda.
Y salió. Una joven de pelo castaño y ojos grandes y grisáceos le miraban desde la puertecita de madera.
-Valery, este es el príncipe, quiere que le acompañes al establo y le vendas un caballo.
-Claro, encantada.- dijo saliendo de detrás de la barra. Iba descalza con un vestido manchado de barro y pan.- Por aquí.
Fue saltando por todo el camino, las trenzas hechas a los lados de la cabeza le revoloteaban sin parar, lo cual al príncipe le pareció exasperante.
-¿Te importaría parar?-dijo levantado las manos hacia arriba para dar más sensación de desesperación.
-Perdona…-dijo ella poniéndose a su nivel- Es que no estoy acostumbrada a ir con gente de la realeza- estuvo a punto de hacer una exagerada reverencia que, a la gente de su rango, les habría hecho reír a carcajadas.
Cuando llegaron ella se puso detrás de la barra, se puso el sombrero de Bob, el dueño del local y puso voz grave cuando dijo:
-Buenos días, joven, ¿que desea hoy?
El príncipe se sintió ofendido. A él no le gustaban ese tipo de chistes.
-Quiero un caballo entrenado dispuesto a correr la distancia que haga falta. No debe tener ninguna lesión. Me lo llevare al Palacio donde será tratado de una manera especial.-Dijo con cierto aire de superioridad que a Valery le pareció insultante.
- Enseguida.- y se fue por unas puertas dobles verde sucio y descolorido por el tiempo.
Cuando volvía traía algo consigo. Un caballo. Un caballo blanco como la nieve.
-Este es Murray y tiene todas esas características que has dicho…
-Muy bien, gracias...
El príncipe ya se lo llevaba cuando ella se puso delante con los brazos hacia los lados.
-¿Donde vas principito? Puede que en tu palacio no, pero aquí se paga por lo que se compra ¿sabes?- le espetó.
-¿Pero… Como te atreves?-preguntó ofendido.
-Pues no se, pero lo que si se es que tienes que pagar si quieres el caballo.- dijo con toda seguridad-Estoy segura de que al dueño del caballo no le gustaría este comportamiento por tu pare, ¿verdad principito?
-Esta bien, ¿cuanto vale?
- Pues no se… Si vienes mañana Bob te lo dirá.-dijo pegando unos golpecitos de cariño al enorme caballo.
-¿Que? ¿Mañana? ¿Y me has hecho venir hasta aquí soportando tu horrible comportamiento para nada? Te he tenido que soportar durante todo el camino saltando y bailando, saludando a todo el mundo sin motivo y con esa manera tan estúpida de tararear. Solo eres una estúpida niña que no sabe nada de lo que es dirigirse al príncipe de esta ciudad. - Se enfureció.
Ella se quedó pasmada, nadie la había gritado de esa manera.
- ¿A si? Pues tu solo eres un principito malcriado que no sabe ni andar solo por la calle, que no respeta a nadie y que te crees el rey del mundo. además, que sepas que me estoy conteniendo la bofetada que te mereces- Dijo sin contemplaciones- Ahora, si no vas a comprar ningún caballo, ya te puedes ir por donde has venido.
Me gusta! Cuándo subirás más? Gracias...
ResponderEliminarEstá claro que las monarquías están cada día más desprestigiadas.
ResponderEliminarManueloBattiato
Nadie vale más que nadie. Ni si quiera un principe.
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