Estoy dentro de alguien. Alguien que, algún dia, será mi mamá. Y no está sola, con ella está papá, mis iaios, mis primos, mis tíos y mis amigos, incluso un perrito muy grande!
Lo sé porque los he oído hablar (y ladrar).
He oído, millones de veces a mi mamá hablando con otras personas, con mi papá, con mis iaios... La oigo hablar a todas horas del festival, quejándose (sobre todo de la matrona), llorando, riendo, enfadada, cansada,... También oigo mucho a mi papá, que está fuera, esperándome con impaciencia.
No sé demasiado, porque no he visto nunca nada, ni a nadie. Pero escucho y siento.
Siento a mi mamá que me acaricia aunque no me toque, y yo me acerco donde sus manos tocan su barriga, para sentirla cerca de mí. Siento a mi papá que también me acaricia desde fuera y me hace cosquillas. Siento como mi mami, a pesar de lo que los médicos le dicen, salta y baila con sus alumnas.
Es muy aburrido estar aquí dentro. Yo quiero salir a ver mundo, a conocer a mi familia.
Quiero que mi mami me enseñe a bailar y que mi papi me haga sus trucos de magia, que me vistan y que me limpien. Quiero jugar en el agua de la bañera o que me enseñen a nadar, quiero jugar con el perrito y quiero que, cuando ya tenga mi habitación pero tenga miedo, poder ir a su habitación y dormir entre los dos, que me abracen y me protejan.
jueves, 17 de abril de 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
EMILY
Estar ausente, no es estar en las nubes, como suele decirse. Es algo mucho más fuerte. Es dejar de estar aquí, es perderse en un mundo que, quizá, no exista, es olvidarse de todo lo que te rodea.
Eso, al menos, Emily lo tiene muy claro. Ella siempre está ausente. Y no habla. Nunca. Ahora lo ve completamente inecesario. Claro, antes no lo veia de esa manera. Antes hablaba. Y mucho.
Desde la pérdida de parte de su memoria y su familia ( a causa de un accidente de tráfico) decidió dejar de hablar.
Ahora vive en la residencia del hospital, como psicópata y la vigilan a todas horas.
Siempre va con su bata blanca y unos calcetines de lana rojos, que le vienen grandes. El pelo negro, y desigual le cae por los hombros. Está muy pálida y tiene grandes y oscuras hojeras bajo los ojos, negros como el carbón.
Tiene un psicólogo que la visita frecuentemente. Él le habla y le pregunta, a ver si tiene ganas de contestarle. Pero nunca lo consigue.
No suele hacer caso a nada de lo que le piden los de la residencia. Come cuando quiere, duerme cuando quiere, se levanta cuando quiere y siempre lo hace todo para su propio beneficio, no se siente culpable cuando le tira un vaso de agua helada a alguien sin querer, ni se molesta en pedir disculpas
Normalmente se despierta sobre las diez y media. No desayuna. Se va a dar un paseo por los jardines ( una recomendación del psicólogo), luego va al comedor para ver que hay. Si tiene hambre, coje lo que más le gusta, se lo lleva a la habitación, y se lo come allí mirando por la ventana que da a la calle.
Después se dedica a vagear por todo el hospital, hasta que los recepcionistas cierran y llaman a uno de los de la residencia y la acompaña hasta su habitación la arropa y le da las buenas noches y después se va.
Y ella se queda sola tumbada boca arriba en la habitación blanca, a oscuras, mirando el techo.
Así puede pasar horas, hasta que el sueño le vence, le cierra los ojos y duerme. Y sueña. Sueña con su vida de antes; con todos y cada una de las facciones de su padre, su madre y sus hermanos.
Cuando de pronto, recuerda algo. Una simple imagen borrosa podría salvarla de su horrible depresión.
No todos a los que queria estaban en ese coche.
Eso, al menos, Emily lo tiene muy claro. Ella siempre está ausente. Y no habla. Nunca. Ahora lo ve completamente inecesario. Claro, antes no lo veia de esa manera. Antes hablaba. Y mucho.
Desde la pérdida de parte de su memoria y su familia ( a causa de un accidente de tráfico) decidió dejar de hablar.
Ahora vive en la residencia del hospital, como psicópata y la vigilan a todas horas.
Siempre va con su bata blanca y unos calcetines de lana rojos, que le vienen grandes. El pelo negro, y desigual le cae por los hombros. Está muy pálida y tiene grandes y oscuras hojeras bajo los ojos, negros como el carbón.
Tiene un psicólogo que la visita frecuentemente. Él le habla y le pregunta, a ver si tiene ganas de contestarle. Pero nunca lo consigue.
No suele hacer caso a nada de lo que le piden los de la residencia. Come cuando quiere, duerme cuando quiere, se levanta cuando quiere y siempre lo hace todo para su propio beneficio, no se siente culpable cuando le tira un vaso de agua helada a alguien sin querer, ni se molesta en pedir disculpas
Normalmente se despierta sobre las diez y media. No desayuna. Se va a dar un paseo por los jardines ( una recomendación del psicólogo), luego va al comedor para ver que hay. Si tiene hambre, coje lo que más le gusta, se lo lleva a la habitación, y se lo come allí mirando por la ventana que da a la calle.
Después se dedica a vagear por todo el hospital, hasta que los recepcionistas cierran y llaman a uno de los de la residencia y la acompaña hasta su habitación la arropa y le da las buenas noches y después se va.
Y ella se queda sola tumbada boca arriba en la habitación blanca, a oscuras, mirando el techo.
Así puede pasar horas, hasta que el sueño le vence, le cierra los ojos y duerme. Y sueña. Sueña con su vida de antes; con todos y cada una de las facciones de su padre, su madre y sus hermanos.
Cuando de pronto, recuerda algo. Una simple imagen borrosa podría salvarla de su horrible depresión.
No todos a los que queria estaban en ese coche.
martes, 1 de abril de 2014
EL CALLEJÓN: SILENCIO
Al llegar, todos estaban allí.
Samu, fumando en la ventana, Ciara y Sarah, sus amigas, charlaban, Froome y Ali, tonteando detrás de la barra, Dallas y Darius, jugando con la música y bailando ridiculamente, otras personas, que prácticamente no conocía, y, al fondo, Vicky y Zac, su mejor amigo. Vicky, era la novia de Zac, la persona que más odiaba de toda la pandilla. Samuel la aceptó hace más de seis meses, y Zac salía con ella desde hacía un año. Zac se la presentó, pensando que le caería bien. No fue así. Siempre vestía de colores llamativos y con lentejuelas, tenía el pelo castaño y largo y todo caía liso por su espalda. Era perfecta. O al menos todos la veían así.
En cuanto entraron, Pamela fue a unirse con Dallas, que le gustaba desde hacía tiempo.
-¡Ellie!- gritó Ciara desde la otra punta del local.
Era un sitio muy desastrado. En realidad, era un antiguo restaurante que se abandonó por las ratas que, al parecer, estaban por todas partes. Ahora, estaba todo hecho un desastre, la cocina estaba llena de comida pasada y los baños embozados, la barra del bar estaba hasta arriba de vasos y botellas de cerveza, coca-cola y fanta. Las paredes necesitaban una mano de pintura y a los suelos no les vendría mal un encerado.
-¿Que pasa chicas?- pregunta Ellie en tono amigable.
-Bien, nada nuevo... supongo- dice Sarah, una chica rubia que llevaba un moño improvisado en lo alto de la cabeza.
entonces, un chico de unos diecisiete años, pero que aparentaba unos veinticinco como minimo, tira el cigarrillo que tenía en la mano, se pone de pie y dice:
-Reunión de pandilla. Hoy quiero hablar de cosas importantes.
Y entoces todos guardaron silecio.
Samu, fumando en la ventana, Ciara y Sarah, sus amigas, charlaban, Froome y Ali, tonteando detrás de la barra, Dallas y Darius, jugando con la música y bailando ridiculamente, otras personas, que prácticamente no conocía, y, al fondo, Vicky y Zac, su mejor amigo. Vicky, era la novia de Zac, la persona que más odiaba de toda la pandilla. Samuel la aceptó hace más de seis meses, y Zac salía con ella desde hacía un año. Zac se la presentó, pensando que le caería bien. No fue así. Siempre vestía de colores llamativos y con lentejuelas, tenía el pelo castaño y largo y todo caía liso por su espalda. Era perfecta. O al menos todos la veían así.
En cuanto entraron, Pamela fue a unirse con Dallas, que le gustaba desde hacía tiempo.
-¡Ellie!- gritó Ciara desde la otra punta del local.
Era un sitio muy desastrado. En realidad, era un antiguo restaurante que se abandonó por las ratas que, al parecer, estaban por todas partes. Ahora, estaba todo hecho un desastre, la cocina estaba llena de comida pasada y los baños embozados, la barra del bar estaba hasta arriba de vasos y botellas de cerveza, coca-cola y fanta. Las paredes necesitaban una mano de pintura y a los suelos no les vendría mal un encerado.
-¿Que pasa chicas?- pregunta Ellie en tono amigable.
-Bien, nada nuevo... supongo- dice Sarah, una chica rubia que llevaba un moño improvisado en lo alto de la cabeza.
entonces, un chico de unos diecisiete años, pero que aparentaba unos veinticinco como minimo, tira el cigarrillo que tenía en la mano, se pone de pie y dice:
-Reunión de pandilla. Hoy quiero hablar de cosas importantes.
Y entoces todos guardaron silecio.
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